Cada vez son más abrumadoras las pruebas científicas de los efectos beneficiosos que tienen la atención y la educación de la primera infancia de calidad, sobre todo en colectivos desfavorecidos. No obstante, existe una barrera comunicativa entre los investigadores y quienes deciden las políticas. Para propiciar este diálogo, un consorcio de fundaciones europeas y estadounidenses fundó el Foro Transatlántico sobre Inclusión en los Primeros Años, cuyo objetivo es permitir la interacción y fomentar el intercambio de conocimientos, experiencias e ideas innovadoras, sobre todo en lo que se refiere a la pobreza y la emigración. Muchos de estos temas también son los más importantes del marco de calidad para la AEPI de la Unión Europea (Working Group on Early Childhood Education and Care, 2015).

El foro, que está liderado por la Fundación Rey Balduino de Bélgica y cuenta con el apoyo operativo del Centre for Innovations in the Early Years (VBJK) en Europa y el Migration Policy Institute en Estados Unidos, ha convocado en los tres últimos años siete reuniones de alto nivel para resumir el estado actual de la investigación, compartir testimonios de experiencias que sirvan de inspiración y promover el debate sobre políticas de accesibilidad, formación de los profesionales y programas de enseñanza, implicación de los progenitores, evaluación y seguimiento, servicios integrados, multilingüismo e identidades múltiples, entre otros temas.

En la reunión más reciente, celebrada en febrero de 2016 en Turín (Italia), se analizaron las principales conclusiones, entre las que se incluyen las siguientes:

  • La AEPI tiene un gran peso en la educación, la sociedad, la economía y la democracia, ya que se han demostrado sus múltiples ventajas para el desarrollo socioemocional y cognitivo del niño, así como para su bienestar, su rendimiento académico y la cohesión social. Sin embargo, estos efectos solo se obtienen si los servicios son de alta calidad y también están disponibles para los niños de colectivos vulnerables.
  • Todos los niños deberían tener las mismas oportunidades a la hora de disfrutar de servicios de AEPI de alta calidad (universalidad progresiva). No se aconseja prestar servicios distintos para los colectivos desfavorecidos, ya que la heterogeneidad social beneficia a todos los niños y el servicio convencional debería contemplar que las familias que lo necesitan puedan costearlo, tengan acceso a él, se sientan bienvenidas y lo encuentren atractivo, útil y significativo.
  • Para garantizar la calidad, se necesitan profesionales cualificados que, además de la formación inicial, también reciban una formación continuada que equilibre la teoría y la práctica y que se centre en las competencias de reflexión, y también es necesaria la implicación de los padres y las contrapartes de la comunidad.
  • Para que el desarrollo de los niños sea integral, los programas formativos no se pueden limitar al desarrollo cognitivo. Tienen que centrarse menos en suplir carencias y más en explotar el potencial global de los niños, integrar el cuidado y la educación, crear un clima educativo cálido e invertir en un enfoque de educación compartida con los padres.
  • La AEPI tiene que crear vínculos estrechos con el mundo “real” y otros servicios que ayudan a las familias (la sanidad, la educación, la vivienda y el empleo, entre otros), así como mostrar una actitud receptiva y tolerante hacia la diversidad social.

A pesar del consenso general sobre estos temas clave, hubo diversidad de opiniones en cuanto a sus fuentes de financiación. Si vemos la AEPI como un servicio básico y un derecho de los niños, para muchos es indiscutible que la financiación tiene que ser pública, pero otros defienden la financiación proveniente de empresas privadas debido a las ventajas económicas que se producen a largo plazo: los niños de hoy son los trabajadores y empresarios del futuro.


Se pueden encontrar referencias en la version en PDF del artículo.

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