Preámbulo
Cuando le pedimos a Jean Friedman-Rudovsky que explorara en el pasado de nuestro trabajo en El Salvador durante el periodo 1980-2008, surgieron dos relatos diferentes. A través de la lectura de este, Ud. podrá saber cómo a lo largo de dos décadas, el personal clave de una organización contraparte que apoyamos, creció para desempeñar un papel protagónico en el gobierno, dando forma a la política nacional sobre primera infancia, así como la introducción de la formación de educadores en cursos universitarios.
Por parte de la Fundación, no hubo nunca hubo una intención consciente en identificar e invertir en personas que podrían convertirse en líderes, pero el hecho de que sucedió por casualidad sugiere que podría también suceder si se contempla en la fase de diseño de un programa. Para nosotros, en este caso específico, a pesar de las destacadas funciones que en la actualidad desempeñan aquellas personas, no podemos afirmar que nuestro trabajo en El Salvador haya alcanzado una escala significativa, dado que sólo 5% de las familias tienen acceso a preescolares de calidad. En el proceso de traslación del proyecto de pequeña escala a las políticas y programas a escala nacional, mucho de lo que se consideraba importante no perduró.
Mi agradecimiento personal a la Sra. Alas por su apoyo y tiempo dedicado en compartir sus valiosas experiencias de aquella época. Y a nuestro responsable de programa de aquel tiempo, Marc Mataheru, por su valiosa guía y trabajo de recopilación realizados.
Al final del relato, hemos agregado unas cuestiones desarrolladas a partir de un análisis del caso que hizo el equipo de la Fundación, y con la finalidad de invitar al debate. Espero que dichas preguntas, así como el mismo relato, susciten reflexiones útiles acerca del papel que la filantropía puede desempeñar para lograr un mayor impacto en nuestros ciudadanos más jóvenes.
~ Michael Feigelson, director ejecutivo de la Fundación Bernard van Leer, noviembre de 2018
A finales de la década de 1980, representantes de la Fundación Bernard van Leer empezaron una relación cercana con el «Proyecto Escuela para Padres» de la Unidad de Proyección Social de la Universidad Centro Americana «José Simeón Cañas», conocida como UCA, en San Salvador. Conducida por jesuitas, la UCA era conocida por su liderazgo progresivo y deseaba estar más estrechamente involucrada con el floreciente movimiento de promoción de la niñez y de capacitación en temas sobre la primera infancia en El Salvador. En el año 1992, la Fundación Bernard van Leer comenzó a apoyar un proyecto que facilitaría y ampliaría la influencia del trabajo de cuidado y atención de niños y niñas pequeñas que ya habían realizado el CINDE y otros centros de desarrollo infantil ubicados a lo largo de toda la nación, gracias a la Red Arcoiris y la Red por la infancia y la Adolescencia (RIA), cuyo propósito era la promoción de la atención integral a la niñez y de la capacitación para temas sobre la primera infancia en El Salvador.
Al principio, el proyecto fue conocido en la UCA como «Escuela de Padres», y el programa, en sus inicios, buscaba proveer a las familias de centros de atención infantil no gubernamentales conocimientos y herramientas para la crianza de los hijos e hijas, desde un enfoque de derechos humanos. De manera independiente, centros como el CINDE, Centro Hogar Alfonso Acevedo y Guarderías 22 de abril, entre otras instituciones infantiles rurales y urbanas, dirigían capacitaciones y círculos conservatorios con padres y madres sobre temas que iban desde el castigo corporal hasta la nutrición y la higiene. Sin embargo, los líderes de la UCA habían aprendido que las educadoras sentían que necesitaban apoyo para saber cómo hablarles a los padres y las madres sobre estos temas de la manera más productiva posible.
Al finalizar la guerra, y participando en la coordinación de redes de educadoras populares, la UCA, desde el Departamento de Educación, retomó el desafío de crear una estructura y un diseño curriculares basados en el trabajo que se estaba realizando con las familias, a través de los centros infantiles y preescolares. Este objetivo se desarrolló durante la década de los noventa, con el propósito de validar el trabajo de las educadoras populares en el marco de la negociación con el Ministerio de Educación y lograr incorporar a estas personas en el propio sistema educativo formal. El propósito, relata Sandra Alas –quien estaba involucrada en el proyecto de la UCA y quien actualmente es embajadora de El Salvador en Italia–, fue «promover un modelo completo que incorporara a la familia, no únicamente a las maestras, con un rol formativo en el desarrollo de la niñez».
«Al finalizar la guerra, participando en la coordinación de redes de educadoras populares, el Departamento de Educación de la UCA, retomó el desafío de crear una estructura y un diseño curriculares basados en el trabajo que se estaba realizando con las familias, a través de los centros infantiles y preescolares».
Esto constituyó solo el inicio: según avanzaban los años y El Salvador se acercaba al término oficial de la guerra civil, el Departamento de Educación de la UCA y quienes dirigían el programa «Escuela para Padres», con el apoyo tanto financiero como de orientación pedagógica de la Fundación Bernard van Leer, se dieron cuenta de que tenían la ocasión de desempeñar un papel mucho más importante que simplemente la capacitación para la educación de padres.
Es así como se diseñó un currículum para la formación de educadoras populares que se denominó «Diplomado en Educación Infantil», con una duración de dos años, y que contó con materiales de aprendizaje y el acompañamiento en los centros infantiles del equipo de la UCA, lo «que permitió a las educadoras populares no solo mejorar su práctica pedagógica sino también comprometerse con la preparación de actividades y materiales educativos significativos y adecuados a los contextos en que los niños y niñas vivían». Estos educadores, principalmente mujeres, que nunca habían tenido muchas ocasiones de asistir a la escuela formal, se apasionaron con el «Programa Escuela de Padres» y, ayudadas por una red de promotores de la educación de la primera infancia, llevaron al Ministerio de Educación la propuesta de incluir una cláusula en la reforma educativa en la que se estipulaba que las personas que completaran el programa recibirían un certificado que las acreditase como maestras y maestros para el nivel de educación parvularia del sistema formal. Lamentablemente, ello no fue aceptado por las autoridades de dicho ministerio.
«El Diplomado en Educación Infantil permitió a las educadoras populares no solo mejorar su práctica pedagógica sino también comprometerse con la preparación de actividades y materiales educativos significativos y adecuados a los contextos en que los niños y niñas vivían».
La embajadora Alas, quien formó parte del equipo desde 1995 y coordinó el programa entre los años 1999 y 2001, contribuyó a diseñar el nuevo plan de estudios oficial del «Profesorado en Educación Parvularia», y recuerda ese tiempo con cariño; asimismo, afirma que la Fundación Bernard van Leer fue un gran soporte en la estructuración de lo que se convirtió en un programa de formación docente formal de tres años —para ello, la Fundación aportó las relaciones con colaboradores en Latinoamérica y en todo el mundo— que ofrece una amplia diversidad de conocimientos sobre las mejores prácticas. «Fue un gran honor personal ser parte de este proceso», me confesó Alas, mediante una videoconferencia desde su oficina en Roma. «Esto permitió la ampliación de los conocimientos ya existentes, así como la validación del rol que jugaron estas mujeres antes y después de la guerra», señaló. Ella me dijo que en aquel tiempo el Gobierno demostró, de muchas maneras, que no era un verdadero aliado de los programas de educación comunitaria, pero que este plan de estudios y el certificado entregado a las educadoras y educadores fueron uno de los «éxitos más importantes y de larga duración de los procesos que la Fundación Bernard van Leer apoyó en la UCA».
Alas y otros se dieron cuenta de que el nombre «Escuela de Padres» se quedaba corto para representar la visión, más amplia, que el programa había incorporado: «en aquel tiempo, no era únicamente enseñar a padres y madres, sino se trataba de un currículum completo que incluía la investigación participativa del currículo por parte las educadoras comunitarias». Así que ellas mismas le cambiaron de nombre, denominándolo «Programa de Atención Educativa Integral a la Infancia», conocido por sus siglas como PAEI. Este se convirtió en un lugar donde los educadores no solamente aprendían, sino que además generaban nuevas e innovadoras ideas de lo que debería suceder en los salones de clase —Alas se acuerda de muchos ejemplos significativos, como materiales de bajo coste o de las diferentes metodologías para el aprendizaje en estas etapas de la vida.
El rol de la Fundación Bernard van Leer, continuó Alas, continuó siendo central en el trabajo del PAEI. «No ayudaron solamente con la elaboración del currículum y diseño de materiales, sino que proporcionaron apoyo para la investigación y sistematización del conocimiento y con la difusión de los resultados de nuestro trabajo en conferencias y reuniones anuales», explicó. «Nuestra relación con la Fundación Bernard van Leer fue siempre un espacio donde podíamos reflexionar y pensar estratégicamente acerca del trabajo y hacia dónde nos dirigíamos y qué era lo que se podría hacer para ampliar y enriquecer las experiencias de los centros infantiles que habían abandonado la concepción de guardería transitando hacia una práctica de educación integral». De igual importancia, añadió, fueron las relaciones que la Fundación estableció con el personal de PAEI y con otros centros que trabajaban internacionalmente en el mismo campo –particularmente con colegas de México, Venezuela y España–, lo cual terminó brindando un apoyo pedagógico invaluable.
A pesar de su riqueza, el PAEI no duró mucho: en el año 2001, por razones internas, la Universidad decidió cerrar el programa. El trabajo, sin embargo, no terminó. En aquella misma época, una parte del equipo del PAEI implementó la especialidad de «Profesorado en Educación Parvularia» en el Departamento de Educación de la Universidad. Por esta nueva vía se incorporaban elementos del programa PAEI, entre ellos sus fundamentos, que fueron absorbidos en el nuevo grado universitario. «Transferimos muchas de las bases de formación del PAEI —los enfoques pedagógico, psicológico y social, por ejemplo— en la nueva vía universitaria», comentó. La UCA fue profundamente leal a este programa, contratando continuamente a más personal y aumentando el alcance de la especialización y sus cursos. En el transcurso de los años un estudiante de la UCA podría recibir su título de licenciatura y hasta de maestría en el ámbito educativo.
«Muchas de las bases de formación del PAEI —los enfoques pedagógico, psicológico y social, por ejemplo— fueron transferidos a la nueva vía universitaria».
Sandra Alas
Hacia finales de la década de 2000, Alas finaliza su carrera de quince años como catedrática e investigadora en Educación de la Primera Infancia en la UCA, y se convierte en la directora general del Ministerio de Educación. Esto generó un nuevo desarrollo fruto de la inversión realizada por la Fundación Bernard van Leer en los programas con la UCA. En el año 2012, el Ministerio de Educación decidió modificar los planes de estudios para la formación docente y los planes de estudio del Nivel de Educación Parvularia, con un impacto nacional. Funcionarios del Gobierno solicitaron el apoyo de la UCA para el diseño de los programas del nivel de educación de 0 a 6 años porque estos eran considerados expertos. El equipo de la UCA propuso al Gobierno establecer un plan de estudios nacional para niños y niñas que se iniciara desde el periodo de gestación –un logro enorme dado el hecho de que autoridades de gobiernos anteriores al del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador (FMLN) habían considerado que el rol del Estado en la educación empezaba a los cuatro años–. Lo más importante ha sido el enfoque curricular, porque significa el reconocimiento de la importancia de la aplicación de los modelos de formación de los maestros, desarrollado con apoyo de la Fundación Bernard van Leer.
El currículum de educación nacional, explica Blanca Rosa Vásquez –actualmente directora de Profesorado y Licenciatura en Educación, quien formaba parte del equipo de Alas en la época en que la Fundación van Leer lo apoyaba—, incluye todas las áreas en que se enfatizaban las conversaciones con la Fundación sobre lo que las maestras deberían utilizar en las aulas todos los días. «Desarrollo integral, involucramiento de los padres y madres, educación activa y participativa… Todo lo que habíamos desarrollado estaba posicionado para ser tomado en cuenta en el plan de estudios nacional», señaló.
«El currículum de educación nacional incluye todas las áreas en que se enfatizaban las conversaciones con la Fundación sobre lo que las maestras deberían utilizar en las aulas todos los días».
Blanca Rosa Vásquez
Un gran logro, según Alas, es que el Gobierno del FMLN se comprometió con la Educación de la Primera Infancia a través del Ministerio de Educación, que ha reconocido oficialmente el rango de edad de 0 a 3 años como un nivel de gran importancia en el sistema educativo formal, hasta el punto de incluirlo en la política pública. El gran reto para todo el rango de 0 a 6 años es asegurar un incremento significativo en los presupuestos, tanto en los planes de las administraciones municipales como al nivel nacional mediante el Ministerio de Educación, para incrementar así su cobertura a lo largo de todo el país. En la actualidad aún no se cuenta con la amplitud deseada: solo entre el 6 y el 9 % de los niños y las niñas entre 0 y 3 años tiene acceso al cuidado y a la educación temprana; sin embargo, es relevante el hecho de que el modelo implementado esté directamente vinculado a las redes comunitarias y a los gobiernos locales. Aquellos que reciben el servicio se benefician de los modelos que la Fundación Bernard van Leer desarrolló en los años noventa. Respecto a esto, Alas observa que el Programa PAEI se dirigió tanto a los niños y niñas en edad de 0 a 3 años, como al rango de edad de 3 a 6; este último grupo ha visto incrementada su apoyo en el año 2017, principalmente para la edad de 6 años, con un 84,4 %, seguida por la de 5 años, con un 71, 5% y por la de 4 años, con un 41, 9 %.
El modelo de entrenamiento de educadores de la UCA también ha tenido impacto indirecto mediante su estrecha relación con el Ministerio de Educación durante los últimos años: el currículum de las licenciaturas, maestrías y doctorados en educación preescolar se ha extendido a 16 universidades en todo El Salvador. Otros altos funcionarios del Ministerio de Educación, además de Alas, fueron parte del programa PAEI de la UCA o han sido entrenados por empleados de esta, lo que significa que la relación con la UCA se ha convertido en lo opuesto a la fuga de cerebros: es una transferencia de talentos.
Vásquez afirma que la influencia de la Fundación Bernard van Leer se puede observar casi en cada rincón de la educación temprana: «los frutos de su trabajo siguen presentes diariamente. Muchas de las mujeres que se iniciaron como educadoras comunitarias sin capacitación han recibido sus certificados, y muchas de ellas han continuado hasta terminar su bachillerato, estudiar profesorado o incluso obtener la licenciatura. «Actualmente también está en la política pública de educación temprana la aceptación de que aquellos que tienen entre 0 y 3 años merecen educación, y eso, en esencia, proviene de la Fundación Bernard van Leer y de la «Escuela para Padres»». Ella considera que los elementos más importantes del abordaje de la Fundación Bernard van Leer –un énfasis en los derechos, capacitación de educadoras y el compromiso de un desarrollo integral, no solo un aprendizaje de memorización– todavía permanecen, y «eso proviene del esfuerzo, apoyado por la Fundación Bernard van Leer durante la década de 1990».
Solicitamos realizar estos estudios históricos para identificar preguntas que podríamos hacernos con vistas a trabajo futuro. Entre las cuestiones para el aprendizaje que este relato nos plantea destacamos las siguientes:
- ¿Cómo pueden las fundaciones identificar a los líderes actuales y emergentes, y encontrar un modo de apoyarles en sus trayectorias profesionales y perspectivas de futuro? ¿Es esta una buena estrategia a seguir por las fundaciones en sustitución o en combinación con inversiones en instituciones y en proyectos?
- Este relato destaca la importancia de la acreditación de la formación – un tema común en el campo del desarrollo de la primera infancia. ¿Se centra en esto dentro de la ventaja comparativa que pueden representar las fundaciones privadas?
- Al tratar de conseguir que otras instituciones (públicas) adopten una idea – como una metodología, un currículo o un modelo de servicio – ¿ayuda o perjudica en las posibilidades de éxito el que la institución misma tenga un gran peso? Dependiendo de su respuesta, ¿qué significa eso para las políticas de financiación de una fundación?